lunes, 13 de noviembre de 2017

El fantasma de Aizuwakamatsu.

Hace muchos años, en el pueblo de Aizuwakamatsu, vivían un hombre llamado Iyo y su esposa. Eran una familia normal. Al menos, hasta la noche en que un espectro yurei apareció en su casa.

Esa primera noche, la mujer muerta (a quien ni Iyo o su esposa conocieron en vida) apareció en el jardín de la casa. El fantasma empezó a tocar la puerta y a llamar a la esposa de Iyo por su nombre, una y otra vez. La esposa de Iyo, sin embargo, era una mujer bastante brusca y con mal temperamento; por lo que cuando escuchó al fantasma hablándole, salió de la cama y se asomó por la ventana para gritarle.

"¿Quién rayos eres y qué quieres?"

Pero no hubo respuesta más que el espectro repitiendo su nombre una y otra vez.
La mujer, preparada para algo así, sacó una caja de su armario y extrajo de ella un ofuda. Un ofuda es una tira de papel de arroz preparada por un monje japonés, el cual escribe mantras en ella para exorcizar fantasmas y demonios de alguna casa o lugar. La esposa de Iyo, furiosa, salió al jardín y le arrojó el ofuda al espectro; el cual desapareció como si estuviese hecho de humo de cigarrillo.
Pero lejos de ahuyentar al yurei, este siguió atormentando a Iyo y a su mujer. La noche siguiente, apareció en la cocina, emergiendo del fuego en la estufa como una pavorosa figura hecha de llamas. Después, de nuevo en el jardín; donde caminaba sin rumbo, golpeando una campanilla con un pequeño mazo de madera. Esto continuó por varios días hasta que la esposa de Iyo decidió acudir a un templo local y pedir ayuda a los espíritus budistas y los Kamis de la naturaleza; para que estos protegieran su hogar del espantajo.
Rezó fervientemente, y esto al aprecer funcionó pues esa noche el fantasma no apareció.

Lamentablemente, al octavo día, el yurei no solo regresó si no que en esta ocasión se manifestó en la habitación de la pareja; flotando sobre la cama. A mitad de la noche, el espectro flotó hacia la orilla de la cama y empezó a acariciar los pies de la esposa de Iyo. Eso fue la gota que derramó el vaso.
Iyo y su mujer salieron despavoridos de la casa, sabiendo que si el yurei estaba tan cerca de ellos, era porque quería algo o a alguno de los dos. La casa quedó abandonada, pues la pareja decidió irse del pueblo y desaparecer por completo; y nadie supo nunca cuál era la identidad del yurei o porqué acosaba al matrimonio.

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